domingo, 3 de enero de 2010

Rita


En 1970, Armando se enamoró. Sí, se enamoró perdidamente de Rita Solis, una bella damita de 15 años, proveniente de una familia acomodada. Armando con 17 años, había llegado a trabajar como jardinero en esa linda y enorme casa en la que vivía la familia Solis. A penas llegó, la vio sentada en el balcón, leyendo un libro. Tan solo de ver su belleza se quedó perplejo y ante la voz vigorosa del encargado de la casa, volvió a la realidad y empezó a podar las flores.

Rita, siempre salía a las 3pm al balcón, leía muchas novelas y le encantaba la poesía. Un día, se dio cuenta de que Armando estaba podando las rosas. Bajó corriendo al jardín y le gritó "Deja mis rosas, deja mis rosas". Armando, sonrojado de la vergüenza de tenerla tan cerca, dejó las tijeras y le preguntó cuál era el problema. Rita se quedó callada, se dio media vuelta y rió a carcajadas, mientras volvía a la casa.

Armando no entendió lo que había pasado, pensó que era una broma, pero su interés en ella era tan grande y sus sueños tan desproporcionados con la realidad, que decidió pasar por alto aquel suceso.

Fueron pasando los meses y Armando nunca más volvió a tener cerca a Rita. Hasta que en Diciembre del mismo año se venían los preparativos para el cumpleaños de la joven. Armando pensó que esa era la oportunidad perfecta para regalarle flores, un libro y una tarjeta citándola a una velada para revelarle su amor.

Lo que no entendía era que Rita no tenía casi amigos, vestía ropas diferentes cada día y siempre escuchaba gritos de la madre de Rita pidiéndole que se calme. Lo más raro aun, era que no siempre la llamaban por su nombre, sino por Amanda, Carmen o Martha. Y pensaba que no había forma que hayan más personas porque sabía, por la mucama, que Rita era hija única y que recibía educación en su misma casa, con una profesora muy mayor que llegaba siempre de mal humor.

Sin estar pendiente del día exacto del cumpleaños, Armando ya tenía todo planeado, sentía que la vida de Rita sería más feliz si él la sacaba de ese encierro inhumano, de los gritos, de que ni su propia madre supiera su nombre y de la vieja amargada de su maestra. Había preparado rosas rojas, una novela que recién había llegado a la librería del pueblo (que dicho sea de paso le costó mucho dinero, pero que no escatimó por el amor a la muchacha) y una tarjeta hecha por él mismo en donde le escribió un poema, la fecha, hora y dirección del encuentro.

Por la amistad que había hecho con la mucama, se enteró que el cumpleaños se iba a celebrar el primer sábado de Enero. Aquel día, Armando no trabajaba pero ofreció sus servicios para apoyar en la reunión que tenían preparada. El encargado de la casa accedió y se puso para ese día su mejor traje y llegó a la casa con los regalos.

Cuando iba a tocar el timbre, Rita salió corriendo y gritando de la casa. Su madre, desde adentro la observaba y decidió no hacer caso. Armando entonces, vio la oportunidad para ir a buscarla al jardín y entregarle lo ya mencionado. La madre de Rita se dio cuenta de ello y no lo detuvo, solo sonrió y dijo en voz baja "Pobre hombrecito".

Armando corrió y gritaba el nombre de la joven, hasta que desde arriba de uno de los árboles alguien le tiró un fruto en la cabeza. Miró hacia arriba y era Rita la que estaba allí, riéndose a carcajadas y sin la más mínima intención de bajar.

Ante la mirada desconcertada de Armando, Rita decide preguntarle su nombre y a qué venía. Armando le contesta y le dice que es el jardinero, que trabajaba allí hace meses y que si no se acordaba de él. Rita le dijo que no, dejó de reír y se bajó del árbol. Armando la ayudó a bajar y le dio las rosas y la novela. La tarjeta estaba dentro del libro, Rita la abrió y muy enojada le gritó "Quién te has creído para venir a humillarme de esa manera?, mi nombre no es Rita, es Amanda y tengo 30 años". Armando se dio la media vuelta y regresó corriendo por el jardín. En la puerta de casa estaba la mucama y la madre de Rita, quienes lo vieron y con ojos de ternura lo invitaron a pasar.

Armando pidió un vaso con agua, se lo trajeron y lo bebió si parar. Miró a la madre de Rita y pidió una explicación. Antes de que la madre hablara, llegó la joven, lo miró y lo saludó tiernamente y se presentó como Carmen. Armando sonriendo se presentó también y dejó que ella se vaya. La madre, entonces decide confesarle a Armando lo que pasaba con su hija: "Hijo mío, no sé como decirte esto pero quiero que sepas que Rita no es mala, es solo que es muy cambiante, sufre de una penosa enfermedad que la hace parecer muchas personas a la vez, es por ello la soledad en la que vivimos y los gritos que debes haber oído".

Armando no entendió bien, pero desde ese momento decidió que su suerte había llegado, tenía a muchas mujeres en un solo cuerpo y a todas las amó por igual, hasta que un día, una de ellas lo mató.

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