Nunca supe qué era lo que me hacía sentir, solo bebí un sorbo más de aquel té que me vendió una amiga, lo miré y lo supe....era él aquella persona que se convertiría en mi acompañante fiel de largas tertulias y amenas caminatas.
Han pasado tantos años y aun lo recuerdo. Aun puedo percibir su aroma cálido, sus ojos tristes y su sonrisa serena, sentado frente a un montón de papeles que tenía que ordenar. Lo ví tantas veces con un rostro desconcertado cuando tenía que realizar un nuevo proyecto, que era para mí la oportunidad perfecta para hacerle saber que yo era experimentada en ello y que podía ayudarlo.
Pero era alguien tan intermitente, que me era difícil dejar de pensar en él. Iba y venía, a veces escribía, a veces me llamaba por celular, y otras tantas, no sabía nada. Hasta que un día decidí invitarlo a comer, para variar, su comida preferida era también la mía, así que nos pusimos de acuerdo y salimos. Hablamos de muchas cosas, junto a una gran copa de vino, escuchamos música, cantamos bajito y sin más, nos despedimos.
No creerás que no le di el beso que tanto quería darle.
Después de varios meses, lo tuve de nuevo cerca. Me invitó a salir, esta vez me propuse declararle todo mi cariño, solo eso, porque no era amor lo que yo sentía, sino un gusto indescriptible de estar a su lado y saber de él. Fuimos a un restaurante frente al mar, cenamos y conversamos, yo me sentía feliz, pero notaba que él tenía una mirada perdida. ...
Se iba de viaje a París. Lloré y callé, le di un beso en la mejilla y nunca más supe de él.
Han pasado tantos años y aun lo recuerdo. Aun puedo percibir su aroma cálido, sus ojos tristes y su sonrisa serena, sentado frente a un montón de papeles que tenía que ordenar. Lo ví tantas veces con un rostro desconcertado cuando tenía que realizar un nuevo proyecto, que era para mí la oportunidad perfecta para hacerle saber que yo era experimentada en ello y que podía ayudarlo.
Pero era alguien tan intermitente, que me era difícil dejar de pensar en él. Iba y venía, a veces escribía, a veces me llamaba por celular, y otras tantas, no sabía nada. Hasta que un día decidí invitarlo a comer, para variar, su comida preferida era también la mía, así que nos pusimos de acuerdo y salimos. Hablamos de muchas cosas, junto a una gran copa de vino, escuchamos música, cantamos bajito y sin más, nos despedimos.
No creerás que no le di el beso que tanto quería darle.
Después de varios meses, lo tuve de nuevo cerca. Me invitó a salir, esta vez me propuse declararle todo mi cariño, solo eso, porque no era amor lo que yo sentía, sino un gusto indescriptible de estar a su lado y saber de él. Fuimos a un restaurante frente al mar, cenamos y conversamos, yo me sentía feliz, pero notaba que él tenía una mirada perdida. ...
Se iba de viaje a París. Lloré y callé, le di un beso en la mejilla y nunca más supe de él.
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