viernes, 15 de enero de 2010

Sueños

De pronto comencé a ver muchas luces, todas ellas palpitaban bajo una sombra de árboles sin forma que adornaban la esquina de aquel parque...no imaginé nunca que la luz podía ser tan bella y empecé a caminar lento pero seguro...

Toqué una flor, la olí, ya conocía ese aroma. Sentí la brisa del viento sin rumbo que variaba según la posición de mi rostro...volteaba, daba vueltas y volvía a mirar al cielo. Esta vez podía observar lo grande de aquellas manchas blancas que adornaban el cielo gris de lima, a pesar del verano.

No supe que nombres ponerles. Era tan raro todo. De la nada algo me husmeaba, era un perro, uno pequeño, marroncito, sin forma...no le hice mayor caso pero lo miré, me miró y siguió su rumbo. Yo continuaba por el camino que veía....veía y veía....y cuando desperté, me di cuenta que todo era un sueño...ya había perdido la visión después de ese duro accidente.

miércoles, 6 de enero de 2010

Érase...

Érase una vez, una familia, conformada por tres personas. Magda, la madre de Lizet y Adolfo. Juntos, pasaron por el momento más trágico en la vida de una familia: un padre que los abandona y decide formar una nueva familia. ¿Irónico no? Lizet pensaba que con una familia bastaba pero en ese momento de su vida, supo que no era así.

Lizet recuerda aquel día en el que sus padres les dan la noticia. Habían regresado del colegio y estaban a punto de almorzar pero Magda no aguantó más y soltó la noticia...Lizet lloró hasta desmayarse frente a los ojos inertes de su padre y Adolfo que tenía 7 años solo atinó a abrazar a su mamá y pedirle que ella no se fuera.

En fin, se quedaron en el abandono pero Magda jamás descuidó la alegría que debía mantener en sus hijos y un día decidieron ir a la Kermesse que se organizaba en el colegio de Lizet pero no tenían dinero para nada, tan solo para el bus de ida y regreso.

Magda alistó un par de botellas con refresco de cebada para la sed y nada más. Era domingo y hacía mucho sol. Tenían que caminar 15 cuadras para llegar al paradero, pero a la tercera Adolfo se agacha para amarrase las zapatillas y nota un papel doblado que le llamó la atención: era un billete de 10 soles. Sonrientes, caminaron más rápido, tomaron el bus y llegaron.

Jugaron el los inflables, tomaron gaseosa y comieron pop corn. Magda miraba cómo sus hijos, que eran su razón de vivir, tenían una tarde feliz. Ella sentada en una silla, observaba a todas las familia, completas, unidas, almorzando. Se le caían las lágrimas ya que ella sentía que era miserable y desafortunada en el amor, pero eso no le preocupaba tanto como pensar en qué darles de comer a sus hijos con 2 soles diarios. Ya habían comido una semana entera, lentejas, huevo con arroz, pan con huevo, kekitos y camote encebollado...en fin, en ese momento, regresó su mente, y sus hijos la llamaron porque querían ir al show infantil.

Se diviertieron como nunca, bailaron, rieron, ganaron premios por bailar marinera y no se cansaban.
En eso desde el otro estrado, anunciaban a los ganadores de los sorteos. Ellos continuaban participando activamente del show cuando en eso escucharon el nombre de su madre...se había ganado una tarjeta de ahorros con 50 soles. En el año 1996 eso era mucho dinero...Magda emocionada pero poco expresiva, recogió el premio ante la mirada brillante de sus dos hijos, quienes corrieron a abrazarla fuertemente.

Los tres llegaron a casa, después de tomar el bus, rezaron juntos y esa semana pudieron comer pollo.

domingo, 3 de enero de 2010

Escaleras


Cuando tenía 14 años, conocí a un muchacho, apuesto él. A sus 16 años había conseguido un papel protagónico en un teatro mediano que sonaba mucho en aquella época.

Yo había caído en el teatro, por una suerte de familiaridad, ya que mi mejor amiga actuaba con él. Es más, me contó que ella tenía el otro papel protagónico.
A ella le gustaba Carlos, no podía culparla, lo tenía todos los días cerca y ,realmente, ese chico era un sueño. Yo, cada vez que lo miraba, me quedaba pegada en mis tontos pensamientos de niña adolescente y él, ni caso me hacía.

Un día, el mejor amigo de Carlos, Manuel, me empezó a hablar, ya se acercaba mi cumpleaños y Luz, mi mejor amiga, le había dicho a la gente de la obra que iríamos a celebrarlos a algún lugar porque yo cumplía 15. Entonces Manuel, me comentó que su tío tenía un bar un poco lejos de la ciudad pero que estaría gustoso de pedir ese día exclusividad para la "celebración".

Grandioso! yo no quería nada de eso, siempre he sido una muchacha tímida y en ese momento quería asesinar a Luz.
Salimos del ensayo y no le hablé mucho a Luz, me dijo que era mi oportunidad para conocer a Carlos y yo le respondí que era imposible que mi madre me diera permiso para salir ese día y a un bar alejado!. No quise hablar más.

Pasaron cuatro días y Carlos se me acercó con una cajita pequeña en la mano, yo sentía que mi corazón latía fuertemente y que mi rostro se sonrojaba cada vez más y más. Pasado ese microsegundo, reaccioné y la cajita estaba en mi mano, Carlos a mi lado sonriendo y diciéndome que lo abra. Ví que esa cajita contenía una medallita de oro en forma de corazón y me dijo que no iba a poder ir a mi reunión. Yo sin saber qué decir, lo miré y sonreí. En eso vinieron Manuel, Luz y María, diciéndome que ya era tarde para ir a mi casa. Manuel me miró desconcertado y me preguntó ¿a tu casa?, y yo tartamudeando le respondí que mi mamá quería conocer a los chicos del teatro de los que tanto les hablaba y lo invité. No sé cómo pero lo hice.


Para entrar a mi casa, teníamos que pasar por tres puertas. Una era la que daba a la calle, al entrar había un pasaje y luego una segunda puerta para subir a las escaleras. Finalmente, al llegar al tercer piso, la puerta a mi casa.


Llegamos, no hay mucho que contar, mi mamá nos atendió bien y Luz se encargó de animar a mi mamá a que me diera permiso para celebrar mi cumpleaños en el bar del tío de Manuel. Ella, ante la presión de todos, dijo que sí y los comprometió a todos a cuidarme. Yo muerta de la vergüenza, sonreí.

Desde ese día, conversé más con Carlos; sin embargo, el que siempre interrumpía nuestras conversaciones era Manuel. En fin, se celebró mi cumpleaños, sin mayor novedad, ya que Carlos no fue .Me sentía triste pero decidí divertirme, de paso que socializaba más con la gente del grupo ya que ellos me acogieron bien a pesar que yo solo iba a ver los ensayos.
Bueno regresé a casa a las 2am y vi que mi celular tenía un mensaje muy bonito que decía: "Espero te hayas divertido, nos vemos mañana, un abrazo, Carlos". Ya te imaginas que me quería morir en vida, al día siguiente me arreglé más y fui al ensayo.

Carlos y yo llegamos al mismo tiempo, me saludó con un beso cerca a la boca y entramos.
Aquel día, me invitó a salir. Solo tomamos un helado y me llevó a casa. Abrí la primera puerta y sentí cómo sus manos rodearon mi cintura, cerró la puerta con el pie y empezó a besarme. Yo le correspondí pero sentía culpa y muchas otras cosas que invadían mi cuerpo adolescente.

Así pasaron dos meses. Los ensayos terminaron, la obra se estrenó y nuestros encuentros se hacían más intensos. Lo que me preocupaba era que en la obra, nadie lo sabía y yo no se lo conté ni a Luz. Me volví medio rara, me aparté del grupo, me iba rápido para encontrarlo en la esquina e irnos juntos a la entrada de mi casa.

Al tercer mes, noté, que sin querer ya estábamos cerca a la segunda puerta. Entre besos y abrazos íbamos avanzando y también la pasión adolescente que nos teníamos. Yo estaba perdidamente enamorada, pero él?.


Para esto, mi madre me preguntaba siempre por los chicos, yo sólo le hablaba de Carlos y como ella trabajaba hasta tarde, nunca se dio cuenta de mis encuentros en el pasaje de mi casa.

Exactamente el 22 de enero del 2003, abrí la segunda puerta, era verano y yo estaba con una falda y un polito. Carlos, como siempre me tomó entre sus brazos y empezó a tocar más partes de mi cuerpo. Yo estaba excitada, no lo niego, empecé a tocarlo también. En menos de 10 minutos, ya me encontraba desnuda frente a él, subida en uno de los peldaños de la escalera. Carlos me besaba intensamente y de pronto escuché la primera puerta. Después de sentir mi cuerpo frío, agarré mi ropa y me vestí pero fue demasiado tarde, Carlos no logró vestirse del todo y mi madre abrió la segunda puerta.

Esa fue la última vez que a mis 15 años estuve cerca de....tener relaciones sexuales. Carlos, al día siguiente, no me dio cara y rompimos porque me enteré que también andaba de enamorado con Luz. Ambas habíamos caído en su juego, pero, gracias a mi mamá, yo no estaba embarazada como ella.




Momentos

Sabes que daria cualquier cosa por tenerte a mi lado sin que importe más nada, solos, disfrutarte el poco tiempo que siempre tengo para verte....y seguir confundiendo mi cerebro de tantas cosas que siento cuando te veo.....ya después, hacer sonar el reloj para regresar a la realidad....

No hay momento que no piense en tí, duermo tan solo de soñar millones de veces que entras por mi ventana sonriéndome y diciéndome, como pocas veces, lo mucho que me extrañaste....luego caminar abrazados, o de la mano, o a tu lado, riendo, conversando, observando el mar y contando las estrellas.

Hoy es uno de esos días, en el que la vida te golpea y tan solo necesitaría tenerte un segundo para levantarme de la caída...me iré, lejos, no sin antes decirte lo mucho que te quiero, que talvés me enamoré, que te tuve, que te perdí, que te recuerdo, que te olvido y que espero tu sientas todo eso también por mí.

Rita


En 1970, Armando se enamoró. Sí, se enamoró perdidamente de Rita Solis, una bella damita de 15 años, proveniente de una familia acomodada. Armando con 17 años, había llegado a trabajar como jardinero en esa linda y enorme casa en la que vivía la familia Solis. A penas llegó, la vio sentada en el balcón, leyendo un libro. Tan solo de ver su belleza se quedó perplejo y ante la voz vigorosa del encargado de la casa, volvió a la realidad y empezó a podar las flores.

Rita, siempre salía a las 3pm al balcón, leía muchas novelas y le encantaba la poesía. Un día, se dio cuenta de que Armando estaba podando las rosas. Bajó corriendo al jardín y le gritó "Deja mis rosas, deja mis rosas". Armando, sonrojado de la vergüenza de tenerla tan cerca, dejó las tijeras y le preguntó cuál era el problema. Rita se quedó callada, se dio media vuelta y rió a carcajadas, mientras volvía a la casa.

Armando no entendió lo que había pasado, pensó que era una broma, pero su interés en ella era tan grande y sus sueños tan desproporcionados con la realidad, que decidió pasar por alto aquel suceso.

Fueron pasando los meses y Armando nunca más volvió a tener cerca a Rita. Hasta que en Diciembre del mismo año se venían los preparativos para el cumpleaños de la joven. Armando pensó que esa era la oportunidad perfecta para regalarle flores, un libro y una tarjeta citándola a una velada para revelarle su amor.

Lo que no entendía era que Rita no tenía casi amigos, vestía ropas diferentes cada día y siempre escuchaba gritos de la madre de Rita pidiéndole que se calme. Lo más raro aun, era que no siempre la llamaban por su nombre, sino por Amanda, Carmen o Martha. Y pensaba que no había forma que hayan más personas porque sabía, por la mucama, que Rita era hija única y que recibía educación en su misma casa, con una profesora muy mayor que llegaba siempre de mal humor.

Sin estar pendiente del día exacto del cumpleaños, Armando ya tenía todo planeado, sentía que la vida de Rita sería más feliz si él la sacaba de ese encierro inhumano, de los gritos, de que ni su propia madre supiera su nombre y de la vieja amargada de su maestra. Había preparado rosas rojas, una novela que recién había llegado a la librería del pueblo (que dicho sea de paso le costó mucho dinero, pero que no escatimó por el amor a la muchacha) y una tarjeta hecha por él mismo en donde le escribió un poema, la fecha, hora y dirección del encuentro.

Por la amistad que había hecho con la mucama, se enteró que el cumpleaños se iba a celebrar el primer sábado de Enero. Aquel día, Armando no trabajaba pero ofreció sus servicios para apoyar en la reunión que tenían preparada. El encargado de la casa accedió y se puso para ese día su mejor traje y llegó a la casa con los regalos.

Cuando iba a tocar el timbre, Rita salió corriendo y gritando de la casa. Su madre, desde adentro la observaba y decidió no hacer caso. Armando entonces, vio la oportunidad para ir a buscarla al jardín y entregarle lo ya mencionado. La madre de Rita se dio cuenta de ello y no lo detuvo, solo sonrió y dijo en voz baja "Pobre hombrecito".

Armando corrió y gritaba el nombre de la joven, hasta que desde arriba de uno de los árboles alguien le tiró un fruto en la cabeza. Miró hacia arriba y era Rita la que estaba allí, riéndose a carcajadas y sin la más mínima intención de bajar.

Ante la mirada desconcertada de Armando, Rita decide preguntarle su nombre y a qué venía. Armando le contesta y le dice que es el jardinero, que trabajaba allí hace meses y que si no se acordaba de él. Rita le dijo que no, dejó de reír y se bajó del árbol. Armando la ayudó a bajar y le dio las rosas y la novela. La tarjeta estaba dentro del libro, Rita la abrió y muy enojada le gritó "Quién te has creído para venir a humillarme de esa manera?, mi nombre no es Rita, es Amanda y tengo 30 años". Armando se dio la media vuelta y regresó corriendo por el jardín. En la puerta de casa estaba la mucama y la madre de Rita, quienes lo vieron y con ojos de ternura lo invitaron a pasar.

Armando pidió un vaso con agua, se lo trajeron y lo bebió si parar. Miró a la madre de Rita y pidió una explicación. Antes de que la madre hablara, llegó la joven, lo miró y lo saludó tiernamente y se presentó como Carmen. Armando sonriendo se presentó también y dejó que ella se vaya. La madre, entonces decide confesarle a Armando lo que pasaba con su hija: "Hijo mío, no sé como decirte esto pero quiero que sepas que Rita no es mala, es solo que es muy cambiante, sufre de una penosa enfermedad que la hace parecer muchas personas a la vez, es por ello la soledad en la que vivimos y los gritos que debes haber oído".

Armando no entendió bien, pero desde ese momento decidió que su suerte había llegado, tenía a muchas mujeres en un solo cuerpo y a todas las amó por igual, hasta que un día, una de ellas lo mató.

sábado, 2 de enero de 2010

Confesiones


Pablo, era padre de tres hijos. Uno de ellos de su primer matrimonio y dos del segundo. Mariana, era esta hija del primer matrimonio, quien tenía 30 años para el año 2004. A fines de Noviembre recibe una llamada a su casa, ella estaba sola porque su esposo se había ido a trabajar y no tenían hijos. Coincidentemente, la empleada no se había presentado ese lunes pero para ella no era problema.

Contesta el teléfono y era su padre...."Hola?", "Hija soy yo", "Hola papá"....y Pablo sorprendido de que ella le hubiera reconocido la voz, sonrió y la saludó por su cumpleaños. Mariana, muy tranquila y frágil le agradeció el detalle y quedaron en verse para tomar un café esa misma tarde, ya que el esposo de Mariana no iba a regresar aun y ella no acostumbraba a celebrar.

A las 5pm, Mariana sintió un pequeño mareo pero no fue nada, igual se arregló y vistió para salir a ver a su padre. Se sentía emocionada, ella no había recibido una llamada de él en años.

Se encontraron en un antiguo café miraflorino, se abrazaron y Pablo no esperó más para darle una cajita envuelta en un lindo papel de regalo. Mariana emocionada, lo abrió y encontró dentro de la caja un anillo de oro que tenía grabado su nombre. Muy agradecida del detalle, se lo puso y le prometió que jamás se lo quitaría.

Para Pablo, este momento fue muy especial ya que ese día estaba dispuesto a confesarle algo a su hija mayor. Le quedaban 2 meses de vida. Sufría una extraña enfermedad a los riñones y su médico le había pronosticado ese tiempo.

Ordenaron 2 cafés y se miraron. Ninguno sabía por donde comenzar. Mariana estaba muy linda y Pablo muy contento.

Entonces Pablo decide contarle todo a Mariana, respira hondo, coge su mano y se da cuenta que ella estaba helada, la mira al rostro y ella después de un suspiro se desvanece de su asiento. Inmediatamente, Pablo llama a un doctor y logra hacerla reaccionar de ese desmayo.

Mariana, con lágrimas en los ojos, lo mira y le dice: "Papá, tengo que confesarte algo". Pablo la calla y ante la mirada atónita de los chismosos, ella prosigue. "Hoy no es mi cumpleaños, fue hace dos meses pero agradezco que te hayas acordado". Tose y respira profundo. "Hija no hables por favor". "Papá, ¿recuerdas que tu médico te dijo que su esposa tenía una rara enfermedad?". Pablo sin entender le responde que sí y recordó que la esposa de su médico sufría lo mismo que él.

"Papá, esa esposa soy yo". Y murió en el instante que llegó la ambulancia.
Pablo, salió de allí cuando se la llevaron y murió al día siguiente.


viernes, 1 de enero de 2010

Intuición


Nunca supe qué era lo que me hacía sentir, solo bebí un sorbo más de aquel té que me vendió una amiga, lo miré y lo supe....era él aquella persona que se convertiría en mi acompañante fiel de largas tertulias y amenas caminatas.

Han pasado tantos años y aun lo recuerdo. Aun puedo percibir su aroma cálido, sus ojos tristes y su sonrisa serena, sentado frente a un montón de papeles que tenía que ordenar. Lo ví tantas veces con un rostro desconcertado cuando tenía que realizar un nuevo proyecto, que era para mí la oportunidad perfecta para hacerle saber que yo era experimentada en ello y que podía ayudarlo.

Pero era alguien tan intermitente, que me era difícil dejar de pensar en él. Iba y venía, a veces escribía, a veces me llamaba por celular, y otras tantas, no sabía nada. Hasta que un día decidí invitarlo a comer, para variar, su comida preferida era también la mía, así que nos pusimos de acuerdo y salimos. Hablamos de muchas cosas, junto a una gran copa de vino, escuchamos música, cantamos bajito y sin más, nos despedimos.
No creerás que no le di el beso que tanto quería darle.

Después de varios meses, lo tuve de nuevo cerca. Me invitó a salir, esta vez me propuse declararle todo mi cariño, solo eso, porque no era amor lo que yo sentía, sino un gusto indescriptible de estar a su lado y saber de él. Fuimos a un restaurante frente al mar, cenamos y conversamos, yo me sentía feliz, pero notaba que él tenía una mirada perdida. ...

Se iba de viaje a París. Lloré y callé, le di un beso en la mejilla y nunca más supe de él.

Velorios


Mi madre, en una mañana de año nuevo, recordaba que por el año 1964, los velorios eran anunciados por una suerte de foco en la entrada de las casas en donde se encontraba el cadáver. Por aquella época, no había luz en el pueblo de Luriama (Huacho), lo que hacía que las personas que brindaban el servicio de velatorio, se dirigieran con todo un "motor de luz" para "adornar" los costados del cajón. Es así, que aprovechando la energía, se colocaba un foco en la puerta de casa, lo cual significaba que alguien había fallecido. No obstante, la comunicación se hacía más fuerte (en aquellas épocas) ya que todas las casas del pueblo, recibían una tarjeta rectangular, grande y negra, escrita con letras blancas en donde se anunciaba que la familia había perdido a "un ser querido". Y lo coloco entre comillas porque eso decían seguro todas las tarjetas, pero bien sabemos que no siempre eran tan "queridos".

Es así que en este pueblo, la gente se enteraba del fallecimiento de alguien, a parte de las famosas "corridas de voz", ya se sabe que "pueblo chico, infierno grande". Gracias a todo ello, las casas, jamás quedaban vacías en estas noches de velatorio, niños, jóvenes, adultos y muy adultos concurrían a pasar toda la noche para acompañar a los tristes deudos. Se tomaba (como hasta ahora) café pasado y se comían galletas de soda. Además, se invitaba unos tragos llamados "calientitos" que hacían la estadía más llevadera. Se hacían oraciones, se rezaba el rosario cada cuanto y peticiones para el digno descanso. Por supuesto, la familia quedaba más agotada de lo normal por atender a todos los pueblerinos que, a pesar de estar cansados, lograban pasar una noche al costado de ellos.

No puedo dejar de mencionar, que siempre están los borrachos, que terminan siendo los mejores amigos del finado, la tía gorda y desconocida que llega intespestivamente a llorar encima del cajón, ante la mirada desconcertada de todos. Los chismes corrían como río caudaloso y finalmente se pensaba que era una amante más, si el fallecido era hombre. Todo ello y mucho más se daba en esos años...pero ¿ahora también?, creo que no responderé a esa pregunta.